mayo 24, 2013

‘El misterio de Sirio


El antropólogo francés Marcel Griaule (1898-1956) estudió a los dogones durante los últimos 25 años de su vida. Analizó sus tradiciones y creencias gracias a unas extensas conversaciones con el chamán ciego Ogotemeli. El contenido de éstas fue recogido documentalmente por Germaine Dieterlen (1903-1999), estrecha colaboradora de Griaule, en su libro ‘Le renard pâle’. Y es aquí donde entran Sirio y otros astros.
Relatan Griaule y Dieterlen que, cada 50 años aproximadamente, los dogones celebraban una fiesta llamada ‘sigui’ que estaba íntimamente relacionada con la estrella Sirio. Según Dieterlen, Ogotomeli habría revelado a Griaule unos conocimientos avanzadísimos de astronomía. Los dogones atávicos ya conocían los anillos de Saturno, los cuatro satélites galileanos de Júpiter y, lo que es aún más sorprendente, sabían perfectamente que Sirio era una estrella doble. Es más, la periodicidad de 50 años de la fiesta sigui tendría su raíz en el periodo orbital de Sirio B.
Dudosa arqueología
En 1976, el escritor anglo-americano Robert K.G: Temple publicó ‘El misterio de Sirio’, un libro en el que sostenía la tesis de que unos extraterrestres, que habrían entrado en contacto con la civilización egipcia hace unos 5.000 años, habrían comunicado sus extraordinarios conocimientos de astronomía, y estos conocimientos habrían sido transferidos por los egipcios a los dogones. Como Sirio era tan importante para los egipcios, pusieron mucho énfasis en comunicar sus conocimientos. Naturalmente los extraterrestres fueron incorporados a la arcaica tradición dogona como los dioses Nommo. Temple incluso llega a encontrar indicios en la cultura dogona de la posibilidad de que Sirio fuese una estrella triple, argumentando que conocían la existencia tanto de Sirio B como de Sirio C.A pesar de lo fascinante de la historia, nadie medianamente serio cree hoy en las tesis de Temple. Hace 20 años que el antropólogo danés Walter van Beek emprendió un concienzudo trabajo de campo con el pueblo dogón y quedó sorprendido por sus modestos conocimientos de astronomía. Van Beek publicó un trabajo (‘Dogon restudied’) en el que subrayó que las tesis de Temple son especulaciones sobre los relatos de Griaule y Dieterlen que, a su vez, están basados exclusivamente en una fuente: el chamán Ogotemeli.
Sin duda los dogones habían tenido contacto con los occidentales antes de la llegada de Griaule a su territorio. Van Beek se refiere a un misionero jesuita que visitó a los dogones antes de Griaule. El astrónomo francés Henri Alexandre Deslandres estuvo en territorio dogón, con una expedición científica, observando un eclipse de Sol en 1893. Es de resaltar que Griaule también era astrónomo amateur.
Lo más plausible es que el avanzado conocimiento en astronomía de Ogotemeli fuese el resultado de un proceso de contaminación y asimilación cultural, es decir, que sus conocimientos en astronomía los hubiese adquirido gracias a los visitantes occidentales. Como ha señalado el gran Carl Sagan, los conocimientos de Ogotemeli reflejaban el conocimiento occidental de la astronomía hacia 1932. Ogotemeli no poseía ningún conocimiento más avanzado al occidental de la época (por ejemplo, conocía los anillos de Saturno pero no los de Urano ni los de Neptuno; tampoco sabía de los numerosos satélites de Júpiter o Saturno). Además, Ogotemeli caía en algunos errores propios de la astronomía occidental de la época.Es cierto que los dogones se interesaban mucho por la astronomía y no es de extrañar que sus conversaciones con los numerosos visitantes occidentales de finales del XIX y principios del XX acabasen abordando temas del cielo. Sirio y su compañera enana blanca estaban de gran actualidad en la astronomía occidental de los 1920s y resulta muy plausible que el astrónomo amateur Griaule comentase sus conocimientos a Ogotemeli. Quizás Ogotemeli simplemente asintió, o fingió saber, y la narración de Griaule quedó contaminada por su propio interés en el tema, y por su ferviente deseo de demostrar la complejidad de las creencias religiosas de los dogones.
Fueron los terrestres, y no los extraterrestres, los que comunicaron conocimientos astronómicos a Ogotemeli y los dogones. El estudio científico de Sirio ya entraña fascinantes sorpresas y misterios, sin que tengamos que recurrir a exóticos alienígenas anfibios.
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A una distancia de 8,6 años-luz, Sirio es la quinta estrella más cercana al Sistema Solar. Las otras cuatro estrellas más cercanas son Alfa Centauri (a 4,2 años-luz), la estrella de Barnard (a 6 años-luz), CN Leonis (a 7,8 años-luz) y Lalande 21185 (a 8,2 años-luz). A pesar de ser más lejana que estas cuatro, Sirio se ve más brillante desde la Tierra por ser intrínsecamente más luminosa.

El gran ilustrado Voltaire escribió, en 1752, un relato llamado ‘Micromégas’ que es considerado pionero del género de la ciencia ficción. El cuento narra la visita a la Tierra de Micromégas, un ser procedente de un planeta de la estrella Sirio, y del secretario de la Academia de Saturno. Voltaire se sirve estos personajes para reflexionar sobre la idea filosófica de la relatividad.

El astrónomo Carl Sagan escribió detalladamente sobre el misterio de Sirio y los dogones en su libro ‘El cerebro de Broca’, donde citó otros casos de contaminación científica y concluyó (Capítulo 6 ‘Enanas blancas y hombrecillos verdes’), que "son demasiadas las explicaciones alternativas para el mito de Sirio como para que podamos considerarlo prueba fehaciente de contactos extraterrestres con el pasado".
Fuente: elmundo

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