noviembre 07, 2012

¿Qué misterios esconde la sagrada montaña de Montserrat? (3)


Leonardo  tenía  otros  vínculos  con  España.  Un  antepasado  suyo  (Giovanni  Da  Vinci)  murió  en Barcelona  en  1406.  Leonardo  pintó  un  retrato  de  Ginevra  de  Benci  (1475),  encargado  por  el diplomático veneciano Bernardo Bembo. Éste hizo un viaje por España entre 1468 y 1469. Éstos son algunos ejemplos del contexto histórico en el que José Luís Espejo enmarca su hipótesis de que Leonardo da Vinci pasó un año y medio en Montserrat, entre 1481 y 1483. Fruto de esta estancia, pintó el cuadro titulado La Virgen de las Rocas, donde se ve  con claridad las rocas montserratinas.  En  Montserrat  habría  dejado  su cuadro  San  Jerónimo,  hoy  en  los  Museos Vaticanos.  La historia de este  cuadro  es muy  ilustrativa:  sería  robado  por  las  tropas  del  mariscal francés Suchet, en 1812,  y habría sido  regalado  a Joseph Fesch, tío de  Napoleón. Cuando  éste murió,  su familia  lo  vendió  a  la  Pinacoteca  Vaticana.  Un  relieve  del  escultor  catalán  Pau  Serra,  realizado en  1755,  es  muy  parecido  al  San  Jerónimo  de  Leonardo,  lo  que  probaría  que  el  citado  cuadro estaría en el monasterio de Montserrat por esos años. Leonardo  efectuaría un segundo viaje a  Barcelona tras su huida  de  Milán,  en  los  primeros  1500. En  este  viaje  tomaría  notas  del  paisaje  de  los  alrededores  de  Montserrat,  reflejado  en  su  célebre Gioconda. Aquí adjuntamos una imagen del cuadro de la Gioconda en donde puede verse un paisaje con las montañas de Montserrat al fondo.  Con  posterioridad,  retocaría  La  Anunciación,  detallando  paisajes  de  Catalunya, como  el Canigó, Montserrat  y la ciudad de  Barcelona,  cuyo puerto aparece  en construcción (las obras se iniciaron en 1477).
¿Por  qué  vino  Leonardo  a  Catalunya?  Por  tres  razones:  por  el  encargo  que  el  monasterio  de Montserrat  le  hiciera  de  pintar  su  San  Jerónimo  (así  como  alguna  virgen;  tal  vez  su  Virgen  del Gato,  hoy  perdida);  por  su  condición  de  practicante  del  culto  cátaro,  vivo  en  sus  días  tanto  en Italia  como  en  Catalunya,  y  por  su  afición  a  la  Alquimia.  A  este  respecto,  Julio  II,  abad  de Montserrat por esos años, es conocido como el Papa Alquimista. Tanto  el  catarismo  como  la  alquimia  se  practicaban  en  Catalunya.  Cerca  de  Flix,  en  Tarragona, se  han  hallado  lugares  de  culto  cátaro,  datados  hacia  finales  del  siglo  XV.  Montserrat  y  el monasterio  de  Sant  Cugat  del  Vallès  eran  academias  alquímicas.  En  la  Biblioteca  de  Montserrat se conservan algunos incunables de contenido alquímico. A este respecto pueden verse unas inscripciones cátaras cerca de Flix, en Tarragona. Están datadas hacia finales del siglo XV. En ellas encontramos la palabra “Magdalena”. El “melocotón alquímico”, cristalizado en piedra, conservado en el Museo Arqueológico de Barcelona fue encontrado en 1972 escondido en una hornacina del monasterio de Sant Cugat, en Barcelona. Actualmente está guardado en una cámara acorazada.
Catalunya  fue  un  refugio  de  cátaros  tras  las  Cruzadas  contra  los  Albigenses.  La  población  se dobló prácticamente. Otro buen montón de cátaros fue a parar al Norte de Italia. Nunca se perdió el contacto entre ambas comunidades. “Catalunya” deriva de un apellido con origen en Carcassona (Catalan). Su primera mención tiene lugar  en  tiempos  de  Ramon  Berenguer  III.  Si  bien  la  primera  vez  que  se  tiene  constancia  del apellido “Catalan” en Catalunya es en Montserrat, en 1125. Con  anterioridad,  Catalunya  no  existía.  Era  simplemente  una  prolongación  del  Reino-Condado de  Barcelona.  Catalunya  recibió  su  nombre  de  los  refugiados  cátaros.  Tal  vez  entonces  se empezara a llamar “tierra de los cátaros”, o Catalunya. Según José Luís Espejo, “Catalan”,  como  “cátaro”,  no  deriva  de  “katarós”  (puro),  sino  de “cattus”  (gato).  No  en  vano,  el  último  cátaro,  quemado  en  1321,  de  nombre  Belibaste,  tenía  un nombre compuesto: Bel y Bastet. Bel era el Ser Supremo cananeo (equivalente a nuestro Yahvé), y Bastet era la diosa gato de los egipcios (equivalente a Isis, o a Ishtar). Catalunya sería la “tierra del gato”, del mismo modo que Occitania, más al norte, sería la “tierra de la oca”. Es curioso que Leonardo  pintaría  una  “Virgen  del  gato”,  hoy  perdida,  y  una  Leda  acompañada  de  un  cisne (cisne-oca, ambos tienen el mismo valor simbólico), de la que sólo se conservan copias.
Según José Luís Espejo,  hay dos puntos clave:  Por un lado, Leonardo  estuvo  en  Catalunya,  y  en Montserrat  aprendió  algunos  secretos  importantes.  Ello  se  refleja  en  la  sonrisa (sardónica) de La Gioconda;  Por otro lado, catarismo  e  identidad  catalana  están  íntimamente  ligados.  Ello  sigue  siendo  una realidad  entre  las  elites  de  este  país.  Sólo  por  cuestiones  de  tipo  religioso  la  cultura catalana ha resistido los embates de la castellanización.   José Luís Espejo pretende  descubrir  la  cara  oculta  de  Leonardo, aquella que nunca ha salido a la luz. Para ello, sin olvidar la época que le tocó vivir (el contexto histórico  y  artístico  de  su  época),  hace  una  lectura  del  lenguaje  simbólico  de  su  obra.  Ésta expresa un mensaje, dirigido a los miembros de la orden secreta en la que estaba iniciado. Éste es el  factor  diferenciador  fundamental  de  su  análisis  de  la  obra  de  Leonardo,  en  relación  a  otros más convencionales.  Por  lo  que  se  refiere  al  contexto  histórico,  José Luís Espejo entra a fondo en las relaciones comerciales entre las ciudades de  Barcelona y  Florencia a  finales del  siglo  XV.  Éstas  eran  muy  intensas.  Y, según dice,   las dos  familias de los  Vespucci-Despuig  y  los  Geraldini son  un  ejemplo  de  los  estrechos  vínculos  entre  Catalunya  y  el Norte de Italia.
Americo  Vespucci  firmaba  como  Despuche  en  Sevilla,  según  consta  en  documentos  guardados en  la  Casa  de  la  Contratación.  Ello  es  una  prueba  de  su  linaje  catalán,  que  vemos  refrendado  en la comparación de los escudos de los Vespucci italianos y los Despuig catalanes.  En la imagen que adjuntamos, puede verse a la izquierda el Escudo de los Vespucci italianos, según consta en el catálogo heráldico conocido como Spretti. A la derecha, el escudo de los Despuig catalanes, tal como aparece en el Garcia Caraffa. Obsérvese que los Despuig ostentan, como los Vespucci, un conjunto de avispas, acompañadas por un panal y por la flor de Lis, símbolo de la ciudad de Florencia. Por su parte, los Da Vinci podrían estar emparentados con los Geraldini, que como los primeros, tenían  las  tres  barras  del  Reino  de  Mallorca  (una  de  las  variantes  de  la  senyera  catalana)  en  su blasón heráldico. Por no hablar del león, con una postura y una indumentaria idénticas. En la imagen, a la izquierda puede observarse el  escudo de los Da Vinci. A su derecha, el escudo del antiguo Reino de Mallorca, por cien años desgajado de la Corona de Aragón.
En  posteriores  etapas  de  su  investigación,  José Luís Espejo ha  llegado  a  la  conclusión  de  que  la  llegada  de Leonardo  Da  Vinci  a  Barcelona  podría  haber  sido  incentivada  por  los  linajes de los Despuig  o  los  Geraldini.  En definitiva,  en  su  libro, José Luís Espejo  investiga  una  etapa  de  la  vida  de  Leonardo  –el  período  comprendido entre  los  años  1481  y  1483-  de  la  que  se  desconoce  todo:  dónde  estuvo,  qué  hizo,  y  porque  se perdió  su  pista.  Aporta  diversas  pruebas  para  demostrar  que  Leonardo  estuvo  en  Barcelona  (y más  concretamente  en  Montserrat),  como  antes  de  él  hicieron  otras  figuras  de  la  historia,  como Gerberto de Aurignac (el futuro papa Silvestre  II, más  conocido como el Papa alquimista) o San Francisco  de  Asís;  y  posteriormente  otros  personajes,  como  Ignacio  de  Loyola  (fundador  de  los Jesuitas).  Porque  Montserrat  era  una  academia  de  alquimia.  El  mito  del  Grial  tiene  mucho  que ver con esta fama universal, que atrajo a personajes como Goethe, Wagner o el mismo Himmler. José Luís Espejo demostra  que,  en  Montserrat,  Leonardo  pintó  su  San  Jerónimo,  y  se  inspiró  para  realizar La  Virgen  de  las  Rocas,  La  Gioconda,  algunos  dibujos,  y para  retocar  La  Anunciación  y  La Adoración de los Magos.  Buena  parte  de  la  simbología  de  la  obra  de  Leonardo  –como  su  obsesión  por  Juan  Bautista  y  la Magdalena-  tiene  que  ver  con  las  raíces  cátaras  de  su  familia.  Como  un  elemento  accesorio, José Luís Espejo plantea  la  hipótesis  del  origen  catalán  de  su  linaje.  Los  Da  Vinci  serían  refugiados  cátaros  del Rosellón instalados en la Toscana en el siglo XIII.
Hitler perteneció a una gran logia de ocultistas y que tuvo una relación muy cercana con Erik Hanussen, famoso astrólogo y vidente. La dependencia de Hitler se volvió tan grande que, aunque varios de sus colegas descubrieron que Hanussen había contraído matrimonio con una judía en la primera guerra mundial, lo hospedó en su propia casa hasta su muerte, en 1933. Entre las obsesiones de Hitler se encontraban la lanza de Longinos  y el Cáliz Sagrado o Santo Grial. Según se afirma,  Hitler encontró el lugar donde se hallaba el Grial. Este sitio tan esquivo era “El monasterio de Monserrat”, donde junto a sus principales asesores se embarco hacia su sueño más deseado. El Monasterio de Montserrat cuenta con innumerables cuevas asentadas sobre un lago subterráneo. Cuenta el relato de un monje catalán del siglo XVIII (conocido como el padre Gerard Joana) como penetró por los pasadizos secretos del monasterio encontrando un gran torrente de un lago interno que no lo dejo seguir en su camino. Esto incentivo aun mas a Hitler, que convocó a Karl Willigut, que poseía la facultad de rememorar hechos del pasado, para saber la ubicación exacta del cáliz. En 1940, Willgut  junto al jefe de las SS Himmler,  se dirigió hacia Catalunya en busca de nuevas respuestas. Ya en Montserrat, Himmler llevaba consigo una guía singular, llamada “La Corte de Lucifer”, libro que el jefe de las SS ordenó distribuir entre los altos oficiales del alto mando. En base a este libro se sabe que Himmler no solamente buscaba la presencia del Grial en Montserrat, sino que también quería descubrir el secreto de la llamada montaña mágica. El fundador de las temibles SS, conocidas también como la “Orden Negra“, creía que en el cenobio benedictino de este recinto podría encontrar las claves para hacerse con el Grial, uno de los objetos que los nazis buscaron con más ahínco. Y es que Adolf Hitler estaba persuadido de que el Santo Cáliz le permitiría acceder a un poder que le garantizase el dominio del mundo.
De hecho, pese al evidente fracaso de Himmler para hacerse con el Santo Cáliz durante la II Guerra Mundial, la obsesión nazi por Montserrat no se esfumó. Sabemos, por ejemplo, que en enero de 1942, mientras hojeaba un libro ilustrado sobre España, Hitler exclamó: “¡Montserrat! La mera palabra hace que reviva la leyenda. Tiene su origen en el encuentro hostil entre los moros y los elementos romano-germánicos. Un país encantador. Uno bien se puede imaginar allí el castillo del Santo Grial“. Imaginación fue, de hecho, cuanto los nazis se llevaron de su visita a la montaña catalana en 1940, El paseo de Himmler por Montserrat se presentó más problemático de lo esperado. Ni el padre Marcet ni el padre Escarré, quisieron recibir a Himmler, ya que en esa época se le atribuía un declarado odio hacia los católicos alemanes. Y, por este motivo, los recibió el padre Ripoll. Después de una simple visita por la basílica decidieron que al día siguiente ingresarían en las catacumbas. Pero esta visita  fue cancelada, cuando el portafolio que contenía los planos de los pasadizos desapareció misteriosamente. Muchos años después, miles de personas visitan año a año el Monasterio en busca de respuestas, pues la montaña de Montserrat sigue albergando uno de los misterios más grandes de la Humanidad. Poco pudo responder aquel religioso a los ocultos intereses de Himmler. Pero, cuando se ofreció cortésmente a enseñarle el monasterio, el general Karl Wolf, uno de los integrantes del séquito de Himmler, lo detuvo en seco de un empellón: “Perdone ?le dijo- A su excelencia no le interesa el monasterio, sino la Naturaleza“. ¿A qué fue exactamente Himmler a Montserrat?
Aparentemente, hubo una lucha de poderes ocultos en el transcurso de la II Guerra Mundial. No sólo se combatió en los campos de batalla, en  una confrontación como hasta entonces no se había contemplado. También hubo una guerra subterránea en la que los bandos enfrentados trataron de volcar a su favor las fuerzas del poder oculto,  que escapan a los planteamientos puramente racionales. Para los iniciados, el reiterado gesto del primer ministro británico de marcar con sus dedos una supuesta “V” de victoria era mucho más que eso: se trataba de un signo con el que hacer frente a los poderes invocados por el enemigo. Se afirma que Winston Churchill llegó a reunir al poderoso círculo de magos de Coventry para contrarrestar los movimientos que los nazis realizaban en el campo de la lucha de los poderes ocultos. De hecho, muchos de los más cualificados dirigentes nazis fueron gente iniciada en los secretos del ocultismo o formaron parte de algunas sociedades esotéricas. Tal fue el caso, por ejemplo, de Alfred Rosenberg, uno de los principales ideólogos del nazismo y cualificado miembro de laSociedad Thule, que, aunque definida como una asociación para promover el estudio de las tradiciones germánicas era, en realidad un centro de reunión de importantes ocultistas.
El propio Adolf Hitler, cuyo interés por el ocultismo es bien conocido, se sintió atraído por la presunta fuerza de determinados objetos. Se cuenta que durante su juventud pasaba horas extasiado ante una vitrina del museo del palacio Hofburg (en Viena) donde se guardaba la llamada Lanza de Longinos, la misma que, según la tradición, habría utilizado el centurión romano para lancear el costado de Jesucristo en la cruz. También es sabido que la infancia y la adolescencia de Rudol Hess transcurrieron en Egipto, donde entró en contacto con algunas de las escuelas esotéricas allí existentes y llegó a recibir grados de iniciación. Una vez en la Alemania que contempló el ascenso del nazismo, alcanzó fama de ser un solvente ocultista. Por su parte, Heinrich Himmler vivió obsesionado con hacerse con determinados objetos considerados eficaces talismanes, con el fin de alcanzar el poder que se les atribuía. Himmler fue, además, un ferviente defensor de la metempsicosis y se consideraba la reencarnación del emperador Enrique II Hohenstaufen, apodado “el Pajarero“.
Centrémonos en este personaje, fundador de las SS, la policía política del régimen nazi. Himmler estaba convencido del papel de dominadora que la raza aria habría de ejercer sobre los demás pueblos del planeta y de que esa supremacía se convertiría en algo indestructible si los nazis conseguían apoderarse de algunos objetos dotados, presuntamente, de un poder legendario. Se afirma que su obsesión por el ocultismo alcanzaba límites insospechados y que siempre viajaba con libros relacionados con el esoterismo, entre ellos el famoso Parcival, de Wolfram von Eschenbach. De hecho, durante su visita a Montserrat, en busca del Grial, Himmler mostró su interés en saber si la biblioteca de los benedictinos atesoraba algún documento en torno a la obra de Von Eschenbach. Los monjes lo negaron. Pues bien, convertido en uno de los hombres más poderosos de la Alemania nazi, Himmler creó en 1935 la Ahnenerbe, denominación con la que se bautizó a la Sociedad de los Estudios para la Historia Antigua del Espíritu, a la que se conocería también con el nombre de “Herencia de los Ancestros“.
En su seno se constituyeron diversos departamentos especializados en investigar los antecedentes históricos de la raza alemana, rescatar sus tradiciones y difundir entre la población la cultura tradicional del pueblo germánico. Otro de sus departamentos, probablemente el más famoso, fue el de arqueología germánica, al que se encomendó la realización de extrañas expediciones con el propósito de buscar reliquias o talismanes a los que se atribuía un extraordinario poder, como el Arca de la Alianza o el Grial. La obsesión de Himmler por poseer el Grial llevó a los nazis a una sistemática búsqueda por todo el Languedoc francés, siguiendo las tesis formuladas por el investigador Otto Rahn. Éste recogió las leyendas que se conservaban en la tradición oral de los pastores de aquella comarca y consultó las obras de los eruditos locales, entre ellas las de Antoine Gadal, que le sirvieron de gran ayuda. Tras establecer importantes conexiones entre los cátaros, los templarios y los trovadores, Rahn llegó a la conclusión de que las alusiones al Grial contenidas en el Parcival, de Von Eschenbach, tenían un trasfondo histórico que iba mucho más allá de los valores puramente literarios del poema. Así, interpretó que el castillo de Montsalvatsche, al que se alude en el famoso poema, podría ser la fortaleza de Montségur, porque, según el poeta medieval, solamente la condesa Esclaramunda de Foix, cátara y propietaria del castillo, era digna de portar el Grial.
Montségur fue precisamente el último bastión de los cátaros, contra los que el papa Inocencio III había decretado una Cruzada en 1209. La fortaleza cayó en 1244. Pero, según la tradición, antes de la rendición, algunos cátaros consiguieron descolgarse por la ladera más inaccesible de la montaña, llevándose el Grial con la misión de ponerlo a salvo. Poco después, los huidos hicieron señas desde un monte próximo, indicando que habían culminado con éxito su empresa. Entonces los defensores de Montségur se rindieron a los sitiadores, quienes los quemaron en una gran hoguera que habían levantado en un lugar que desde entonces es conocido con el nombre de Camps des Cremats. Rahn buscó la preciada reliquia en las cuevas de los alrededores porque, según creía, si los defensores de Montségur habían visto las señales de sus compañeros, éstas habrían tenido que ser efectuadas desde un lugar cercano, en el que habían depositado el Grial. Sin embargo, al igual que algunos de los más cualificados esoteristas del círculo interior de la Sociedad Thule. Otto Rahn nunca descartó la posibilidad de que elMontsalvatsche, citado por Von Eschenbach, fuese también la forma de designar a la montaña de Montserrat, en las proximidades de Barcelona. A esta idea con tribuyó sin duda la condesaMiryanne de Pujol-Murat, una aristócrata catalana que se creía descendiente de la última noble cátara, Esclaramunda de Foix, y que con frecuencia acusó a la Iglesia católica de cristianizar el símbolo del Grial y a San Ignacio de Loyola de sustituir interesadamente Monségur por Montserrat, identificándola como el verdadero escondite del Grial.
Aunque ninguna de sus afirmaciones contó nunca con un respaldo histórico, Otto Rahn siguió los dictados de su mentora. No en vano, ya en la Catalunya de la década de 1930, varios escritores habían alimentado la idea de Montserrat como refugio del Grial. Autores como Manuel Muntadas Rovira o Marius André subrayaron esa idea en sus textos. Y de ahí a interesar al mismísimo Himmler quedaba ya sólo un paso. Su obsesivo deseo de hacerse con el Grial llevó al responsable de las SS a la montaña más emblemática de Cataluña el 23 de octubre de 1940, precisamente el mismo día en que Hitler y Franco se entrevistaban en la ciudad francesa de Hendaya. En su visita a Montserrat,  Himmler estuvo acompañado por diferentes autoridades franquistas, como el alcalde de Barcelona, Miguel Mateu, o el capitán general de Cataluña, el general Orgaz, además de un numeroso séquito, del que formaba parte el general de las SS Karl Wolf -otro individuo obsesionado con el Grial y muy relacionado con los círculos ocultistas del nazismo-. La visita no estuvo exenta de incidentes. A su llegada al monasterio, el poderoso Himmler se encontró con la negativa a recibirle de los máximos responsables de la comunidad, los padres Marcet y Escarré, que no quisieron ejercer de anfitriones del jerarca nazi, alegando que no hablaban alemán.
La actitud de los benedictinos, que encomendaron la tarea a un joven monje, produjo un momento de fuerte tensión y la irritación de las autoridades locales. No acabaron aquí los incidentes, ya que al todopoderoso jefe de las SS le fue robada una cartera en la suite del hotel Ritz, donde se alojó durante su estancia en Barcelona. El escándalo fue monumental, aunque la policía franquista procuró que no se difundiese la noticia de un robo que la dejaba en muy mal lugar, dadas las connotaciones que concurrían. Sin embargo, pese a que las autoridades pusieron un particular empeño ya que se movilizó a toda la policía de Barcelona, la cartera nunca se encontró. Corrió el rumor de que contenía importantes documentos relacionados con el Grial e incluso se afirmó que en ella se guardaban unos antiguos planos de Montserrat, en los que podrían estar señalados los puntos clave para hacerse con el Grial. Se barajaron varias posibilidades respecto al robo, entre ellas la de que éste hubiera sido perpetrado por el servicio secreto británico, que por aquellas fechas tenía algunos destacados agentes en Barcelona. Ésta era una versión que convenía a la desconcertada policía franquista, ya que señalaba a uno de los mejores servicios secretos del mundo, lo que hacía menos penoso el oprobio que había caído sobre ellos a los ojos de sus alarmados jefes. Lo cierto es que la cartera de Himmler nunca apareció y, en consecuencia, tampoco se supo cual era su contenido. Un suceso que ha permitido alimentar todo tipo de especulaciones.
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